la vanguardia es el mercado

Miquel Barceló, Mapa de carne, 1982

Breve extracto de La Luna de Madrid: la expresión periodística de la movida madrileña y la formación iconográfica del cambio cultural a principios de los años 80. Ese texto, compuesto por 171 folios y un apéndice visual, es la base de un ensayo más amplio sobre el que estoy trabajando en la actualidad.

Miquel Barceló, otra de las figuras-emblema de La Luna de Madrid, rápidamente desvinculado del contexto de la movida madrileña por su expansión en los circuitos de arte internacional, será el paradigma de lo que otros muchos deseaban alcanzar rebasado el primer momento, entre 1978 y 1982, cuando aún se actuaba, si no desde el underground, al menos bajo unos parámetros poco desarrollados y espontáneos. O por decirlo de otro modo, la orientación social y cultural de la movida hizo pensar que en algún momento podría efectuarse su internacionalización, es decir, su prolongación publicitaria y mercantil en espacios internacionales, discurso que en parte fue promovido por Paloma Chamorro en La Edad de OroLa Luna de Madrid, en ese sentido, estaba más centrado en la ubicación de Madrid como espacio creativo sin renunciar, por supuesto, a cierta solvencia en el mercado. La figura de Barceló viene a cumplir esa expectativa cuando en el número de diciembre de 1984 (No. 13), a propósito de una serie de artículos referidos al arte y a su obra, Paco morales titula uno de ellos “La vanguardia es el mercado”, con una fotografía del pintor ilustrando el fondo:

Hoy el arte es un cocktail que combina con habilidad un poco de esto y un poco de lo otro, apurando el matiz hasta el manierismo, haciendo mundos del más leve descubrimiento. Blend Art. Arte de la mezcla. Sin embargo parece gozar de buena salud, e incidir en capas cada vez más amplias de la sociedad. Los pintores se consagran muy jóvenes... 


Mique Barceló, Giorgione a Felanitx, 1984

Efectivamente, la crisis de las vanguardias puesta en la palestra desde mediados de los 70 y el regreso a lo pictórico, a lo figurativo, permite reestablecer la base sobre la que el arte podría encontrar su mercado. Miquel Barceló vendría a representar esa vanguardia en la medida en que su introducción en el mercado a un nivel nunca conseguido por un pintor joven se hace factible. Desde el contexto específico de la movida, en 1984 ya se piensa en términos de mercado, lo que no había sucedido con anterioridad, al menos no de un modo tan rotundo al promulgar esa identificación entre vanguardia y mercado. Las claves que Paco Morales expone como fórmula irrefutable dejan de estar únicamente en los elementos estrictamente artísticos, se incorpora la necesidad de un comercio estable:

El comercio del arte se apoya en las posibilidades de la información, teje sus conexiones a través de los contactos con museos, instituciones y coleccionismo de élite. Incide en la crítica y se va atreviendo paulatinamente con la publicidad directa fuera de los canales minoritarios de los medios especializados. Ha llegado a convertirse en la bisagra cada día más engrasada y eficaz que articula la obra de un artista con el público.


Miquel Barceló, Big Spanish Dinner, 1985

El ascenso de Barceló desde principios de los 80 (con su aparición en la Documenta de kassel, 1982) deja patente que la segunda generación de pintores figurativos iba a imponerse como modelo triunfante en el interior al sintonizar con las corrientes europeas. La Luna de Madrid apuesta por la pintura figurativa. Uno de sus máximos emblemas había aparecido en el primer número de la revista, Guillermo Pérez Villalta, un pintor de enorme calidad y prestigio que podría ser considerado como el pintor-bisagra entre la generación de los 70 y aquella que empieza a establecerse en los 80. Otros pintores serán visualizados en La Luna de Madrid dentro de las ofertas de lo figurativo: Carlos Alcolea, Miguel Mansanet o Costus (Enrique Naya y Juan Carrero), aún teniendo bagajes pictóricos distintos, viven también la experiencia de la figuración como un signo de los tiempos, al igual que lo harán otros creadores que procedían del ámbito del cómic y terminarán haciendo pintura (Ceesepe, Moncho Algora, Mariscal, El Hortelano, Javier de Juan, Ana Juan, etc.). A través de la nueva figuración madrileña surgida a mediados de los 70 se produce en los 80 un encuentro de trayectorias dispares, de ámbitos de creación diferentes que confluyen sin esa necesidad urgente de delimitar con exactitud donde empieza la pintura y dónde la ilustración. No obstante, en este punto, resulta apropiado señalar que un pintor como Miguel Mansanet cuestionaría el crédito de pintor a artistas como Ceesepe o El Hortelano, siendo de la misma generación. Esa cuestión se dio, desde luego, en el campo del arte, pero no en el contexto de la movida madrileña. De hecho, Ceesepe tardaría en ser aceptado como pintor una vez diluido el contexto.

(Citas: Paco Morales, “La vanguardia es el mercado", La Luna de Madrid, No. 13, diciembre 1984)

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