el ultimo rostro de rose sélavy
Autorretrato de Y. Morimura como Rrose Sélavy Marcel Duchamp retratado como Rrose Sélavy, por Man Ray
Post editado originalmente el 18 de febrero, 2007 (ampliado en dos frases)
La impostura en el arte a veces alcanza momentos que por sí mismos, o sea, en el fraude, ya funcionan como obra. La historia comienza a escribirla Marcel Duchamp en 1917 cuando fue invitado a formar parte del jurado de una exposición de artistas independientes en la galería Grand Central de Nueva York. Es la narración del ready-made y el urinario como una Fuente. Pero la historia es aún más extensa porque continúa en 1920-1921. Duchamp, con la colaboración fotográfica de Man Ray, transforma su identidad bajo el aspecto de una mujer que se hace llamar Rrose Sélavy. Sabemos que Duchamp utilizó el personaje en otras ocasiones: en su ready-made Why not Snneze, Rrose Sélavy? y en la etiqueta de una botella de perfume diseñada por él mismo llamada Belle Haleine. Si tal trasposición opera con tal capacidad de síntesis desde la propia vanguardia es porque en ella se nos revela el infrigimiento de las convenciones sociales por mediación de un tema fundamental en la modernidad desde Arthur Rimbaud: el yo como otro. A Rrose Sélavy no volveremos a encontrarla hasta que Andy Warhol, fotografiado en 1981 por Christopher Makos, la retome en otra autorepresentación del travestismo. La voluntad por parte de Duchamp de transgredir la identidad de género, diluirla en los propios mecanismos del mercado del arte, desaparece en warhol bajo un velo meramente estético: es la moral contra la estética, pero estética quiere decir también que Warhol ha formalizado su esencia artística más allá de su androginia declarada. Habremos de esperar a 1995 para encontrar nuevos usos de Rrose Sélavy, esta vez en los autorretratos de Yasumasa Morimura influidos por su revisionismo de la historia del arte.
Andy Warhol retratado por Christopher Makos Autorretrato de Y. Morimura como Greta Garbo
Una fotografía de ese año hace alusión directa al retrato de Marcel Duchamp, sin embargo será en su serie de 1996 dedicada a las estrellas del celuloide cuando Rrose sélavy adquiera una significación mayor bajo otros nombres: Greta Garbo, Ingrid Bergman, Audrey Hepburn… En todas ellas hay algo de Duchamp, aunque sea su alter ego quien ejemplifique la fragilidad de la identidad.
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Valga decir que, desde mi punto de vista, Marcel Duchamp no sólo se presenta como el artista más importante del siglo XX. Su pensamiento, su continua voluntad de subvertir los preceptos del sistema artístico moderno y sus silencios, han abierto multitud de veredas, desde el dadá o las vanguardias, pasando por el arte conceptual o los requerimientos del arte de acción o los entornos basados en instalaciones. Tal como yo lo entiendo, Marcel Duchamp es el prototipo del héroe moderno. Hizo de la desaparición un motivo artístico, pero en su Gran Vidrio está presente la hazaña de lo perdurable, a pesar de sus grietas.
Post editado originalmente el 18 de febrero, 2007 (ampliado en dos frases)
La impostura en el arte a veces alcanza momentos que por sí mismos, o sea, en el fraude, ya funcionan como obra. La historia comienza a escribirla Marcel Duchamp en 1917 cuando fue invitado a formar parte del jurado de una exposición de artistas independientes en la galería Grand Central de Nueva York. Es la narración del ready-made y el urinario como una Fuente. Pero la historia es aún más extensa porque continúa en 1920-1921. Duchamp, con la colaboración fotográfica de Man Ray, transforma su identidad bajo el aspecto de una mujer que se hace llamar Rrose Sélavy. Sabemos que Duchamp utilizó el personaje en otras ocasiones: en su ready-made Why not Snneze, Rrose Sélavy? y en la etiqueta de una botella de perfume diseñada por él mismo llamada Belle Haleine. Si tal trasposición opera con tal capacidad de síntesis desde la propia vanguardia es porque en ella se nos revela el infrigimiento de las convenciones sociales por mediación de un tema fundamental en la modernidad desde Arthur Rimbaud: el yo como otro. A Rrose Sélavy no volveremos a encontrarla hasta que Andy Warhol, fotografiado en 1981 por Christopher Makos, la retome en otra autorepresentación del travestismo. La voluntad por parte de Duchamp de transgredir la identidad de género, diluirla en los propios mecanismos del mercado del arte, desaparece en warhol bajo un velo meramente estético: es la moral contra la estética, pero estética quiere decir también que Warhol ha formalizado su esencia artística más allá de su androginia declarada. Habremos de esperar a 1995 para encontrar nuevos usos de Rrose Sélavy, esta vez en los autorretratos de Yasumasa Morimura influidos por su revisionismo de la historia del arte.
Andy Warhol retratado por Christopher Makos Autorretrato de Y. Morimura como Greta Garbo
Una fotografía de ese año hace alusión directa al retrato de Marcel Duchamp, sin embargo será en su serie de 1996 dedicada a las estrellas del celuloide cuando Rrose sélavy adquiera una significación mayor bajo otros nombres: Greta Garbo, Ingrid Bergman, Audrey Hepburn… En todas ellas hay algo de Duchamp, aunque sea su alter ego quien ejemplifique la fragilidad de la identidad.
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Valga decir que, desde mi punto de vista, Marcel Duchamp no sólo se presenta como el artista más importante del siglo XX. Su pensamiento, su continua voluntad de subvertir los preceptos del sistema artístico moderno y sus silencios, han abierto multitud de veredas, desde el dadá o las vanguardias, pasando por el arte conceptual o los requerimientos del arte de acción o los entornos basados en instalaciones. Tal como yo lo entiendo, Marcel Duchamp es el prototipo del héroe moderno. Hizo de la desaparición un motivo artístico, pero en su Gran Vidrio está presente la hazaña de lo perdurable, a pesar de sus grietas.
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