alberto garcia alix, una mirada poetica sobre el asfalto


La materia digital aplicada a la fotografía documental o periodística sólo ha aportado al hecho fotográfico un nuevo concepto de rapidez que adquiere su valor en la mercantilización del instante. En el mercado periodístico [hemos de llamarlo así ante el hecho de que la información ya sólo circula como un bien de producción monetaria] cualquier noticia tiene su imagen, centenares de fotografías que podrían ser sustituidas por otras tantas que esperan ser rescatadas de la memoria de un ordenador o un móbil. Sin embargo, ya sólo es posible hacer fotografía, en su sentido más auténtico, bajo el supuesto de alguien que ha decidido indagar en la realidad con otros ojos, una mirada distinta e intransferible, o ante el desarrollo de un tipo de ensayo fotográfico que marque la diferencia narrativa respecto a las miles de imágenes que se amontonan para ocupar un lugar en las páginas de los periódicos.

Los ojos de Alberto García Alix son los de aquellos personajes que retrata, y son los suyos dispuestos a darle el corte definitivo a la realidad. Es una certeza que está grabada a fuego en la retina de unos cuantos elegidos, fótografos inimitables, únicos, para recobrar la realidad en una imagen. Recobrarla para transformarla. Hoy, que cualquiera pude convertirse en fotógrafo y registrar los hechos periodísticos con una rapidez abrumadora, cada vez se hace más necesaria la mirada indivisible, aquella que no podría ser reproducida sino con una poética del sujeto. Recorro las fotografías de García Alix como si ya no fuera posible volver a la realidad ordinaria, porque su fotografía contiene esa poética y una narración de sí mismo volcada sobre su entorno.

¿Autobiografía? Nada podría ser autobiografiado, pues decidir hablar de nosotros mismos no es más que esa reinterpretación del pasado que busca sus correspondencias en la vivencia del presente. La autobiografía es la invención del yo tal como nos hubiera gustado poseerlo. García-Alix habla de sí mismo, pero relatando a sus personajes, sus ambientes, los instantes sobre los que ha colocado el ojo.


Sus imágenes de la década de los 80 perviven como la crónica urbana de una
época y esconden la historia de una marginalidad, entendida ésta como la vivencia extrema de un contexto y la relaciones que lo hacen posible. Su cámara rehuye lo obvio, subraya el acontecer de los rostros, se asoma a las esquinas. García Alix no teme nombrarse y decirse en el otro.

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