El space bubble de emilio tucci y el caso de braniff airlines en 1965



La aplicación de la visión del futuro tuvo en los años 50 y 60 un extenso recorrido en múltiples áreas de la vida cotidiana. La percepción propiciada por el arte y la literatura de ciencia-ficción anterior al periodo tuvo sus repercusiones, al igual que los inicios de la carrera espacial en 1957 con la salida a órbita del Sputnik potenciaría la sensación de una sociedad tecnificada capaz de sobrepasar sus propios límites. En este contexto, la sociedad occidental al completo se contagiaría de un optimismo reciclado en el que la anticipación del futuro sería asimilada desde las coordenadas temporales del presente, una proyectiva que estaba ejerciendo su traslado a un complejo visual de carácter futurista. Esa proyección tendría connotaciones imaginarias al estar focalizada sobre la base de un deseo llevado hasta el umbral del año 2000, es decir, una maquinaria de producción deseante capaz de generar signos futuros, pero también tendría su lugar en la realidad cotidiana al intentar inferir el imaginario futurista, ya instalado en la conciencia colectiva, a un sistema de producción en cadena.

Un ejemplo de ese primer tipo de proyección lo encontramos en las fábulas arquitectónicas del colectivo Archigram. El segundo tipo corresponde al abastecimiento continuo, en todos los campos de producción, de los signos del desarrollo técnico-futuro procedentes de la carrera espacial y todas las metáforas sobre la tecnificación, un ingrediente éste último que actuaría sobre las posibilidades al mismo tiempo que dejaría una huella (más tarde borrada) sobre los usos y costumbres en la vida diaria tamizadas por el diseño industrial de la época. La industria del automóvil fue ampliamente permeable a la representación futurista, no sólo a través del concept car, que amoldaba sus líneas y carruajes a los modelos de la aviación y la carrera espacial, sino también a través de automóviles de serie que introducían un sistema de accesorios y formas que aludían precisamente a aquella obsesión por visualizar el futuro. El mundo doméstico del hogar también se vería invadido por algunas de esas premisas, de la misma forma que la arquitectura popular (el estilo googie, etc) ya estaba mostrando una tendencia a romper el funcionalismo de décadas precedentes para insertar una representación del espacio urbano acorde con un sistema cultural y mental futurista.




La moda se imprimió también de ese sistema representativo, y lo hizo de muy diversas maneras: vanguardia, moda conceptual, reconversión de la alta costura en pret-a-porter, diseño de anticipación, etc. En 1965, el diseñador italiano Emilio Pucci recibió el encargo, por parte de la compañía aérea Braniff Airlines, de actualizar su línea de uniformes. Esa renovación se extendió también a la imagen corporativa global de la empresa, trabajo realizado por el diseñador Alexander Girard. La reformulación y modernización de su imagen (motivos y gama de colores impresos en sus aviones, logotipo, oficinas y salones de la compañía, equipamiento, etc) intentaba, por tanto, reposicionar la compañía en un espacio de mercado más acorde con el espíritu de la época. Ambos, cada uno en su parcela, se inspiraron en la espátula de la cultura pop y la generación ye-ye al introducir el colorismo en un entramado corporativo poco habituado a ese tipo de imagen de marca. El eslogan de la empresa en ese momento, The end of the plain plane(1965), sintetizaba el cambio hacia una visión más lúdica del ente corporativo (también se incorporarían elementos étnicos)

En lo que se refiere al estatuto vestimentario, esas mismas connotaciones serían utilizadas por otros diseñadores de la época en aplicación a otras compañías aéreas. Sin embargo, Pucci introduce complementos distintos, entre los que destacaría el Space bubble, un protector que debía cumplir la función de proteger el tocado de las azafatas y recordaba, en su forma e intención, a la escafandra utilizada por los primeros astronautas. El Space Bubble plantea cuestiones que tienen que ver con la capacidad de ese ideal futurístico para encontrar correlaciones prácticas en la vida cotidiana, sin embargo el diseño de Pucci fue rechazado al mes de su incorporación por su excasa operatividad. Tal vez la perspectiva funcional del artilugio fue mal calculada tanto por Pucci como por los representantes de la compañia, aún cuando la idea de la utilidad venía remarcada por el concepto de protección (lluvia, inclemencias del tiempo, etc) y su nombre oficial, rain dome (cúpula de la lluvia), justificaba retoricamente su uso. Pero es más probable que tras la coartada de la funcionalidad existiera más bien un impulso estético por hacer relevante, en el conjunto del uniforme, la emergencia de la era espacial. 

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